El silencio que escucha la palabra

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Textos de Elda Pérez Moneo

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Peñalara y el esparto levantino

Peñalara y el esparto levantino


Recuerdo que un día, con mis mejores deseos para mis amigos, y entre otras cosas, escribí esto: O que cese la brisa para que, en la silenciosa quietud del monte, la Tierra les hable desde las largas fibras del esparto. Este era uno de mis buenos deseos y tiene una explicación que deseo compartir con quienes tengáis a bien visitar este espacio.

Andaba yo todavía por tierras levantinas y en uno de mis muchos paseos matinales, que me llevó a la cumbre del Cid, fui testigo de un fenómeno muy curioso.

Yo subía sin prisa por la senda que parte desde el hombro del Cid y que tiene como preciosa vista  la impresionante pared que culmina en la cumbre sur. La mañana era soleada y apacible, sobre todo si se la comparaba con los días precedentes en los que parecía que el cielo se había roto y derramado en llanto súbito sobre la tierra. Vamos, que había llovido a mares. Como se tratara de un día laborable, para los que tuvieran la dudosa suerte de tener un empleo, la senda estaba solitaria y tranquila. Ni la más leve brisa mecía las altas acículas de los pinos. Por eso me sorprendió más escuchar aquel extraño y leve sonido.

De los límites de la senda llegaba hasta mí un rumor apenas perceptible. Era como el lejano crepitar de una hoguera pero tenue y cercano. Me detuve. Escuché. Disfruté de aquel murmullo que me envolvía y parecía hablarme desde toda la superficie de mi querida montaña. Jaras, romeros, espartos, aliagas, bojes, enebros, sabinas, tomillos, cantuesos jalonaban la senda y yo me dejé arrullar por aquella canción que tuvo a bien darse a mi feliz oído.

Pero hay una cierta tendencia humana, que no siempre deseo para mí, aunque a veces me resulta ineludible, y es la de dar una explicación racional a las cosas que nos suceden e intenté, por un breve instante, averiguar de dónde procedía aquel rumor. Pensé que podía ser algún tipo de insecto diminuto, pero pronto descarté esta posibilidad porque cuando me acercaba a la fuente del sonido, éste no cesaba, como hubiera sido lo normal de haber habido algún animalillo escondido entre la vegetación. Este afán investigador no duró mucho y preferí pensar y sentir que la tierra me hablaba. Concentré, pues, toda mi voluntad en escuchar y comprender su mensaje. Y así seguí mi camino con la dulce sensación de diálogo compartido, en aquella mañana ya no tan solitaria.

Me ocurrió otro día subiendo hacia el Despeñador, por la loma que delimitan el barranco del Salto de la Mula y el del Puntal. Caminaba por la senda que borra bajo los pasos humanos la vegetación propia del monte, marcando como una fina línea el camino hacia quién sabe qué parte. Era el primer día de sol de un inicio de primavera lluvioso y cálido. Tibio era el día, soleado y amable.

Había salido temprano y sin rumbo fijo y, mediada la mañana, con el sol queriendo acariciarme la cara y yo queriendo beberme su luz con los ojos, comencé a escuchar de nuevo aquel extraño sonido. Probablemente asomará a vuestros labios una sonrisa indulgente o, incluso, ligeramente burlona cuando os diga que una breve lágrima emocionada se derramó por mi rostro al recibir de nuevo aquel musical regalo. Mi primera reacción de aquel día fue sentarme sobre una piedra plana que la senda me brindaba para disfrutar, sin pensar en nada, de aquella bella melodía, de aquel susurro cargado de significados que no llegaban a mi cerebro, sino a mi corazón y mi alma.

Ya en casa, aquella vieja tendencia a buscar explicación a las cosas me hizo comprender que aquel curioso fenómeno se producía al evaporarse el agua absorbida por las fibras del esparto, en días cálidos después de varios días de lluvia. Esto es lo que me dice mi cerebro, pero mi alma y mi corazón me siguen diciendo que ese sólo es el medio que la tierra usó en aquellos momentos para hablarme.

Tal vez os preguntéis por qué os cuento ahora esto. O tal vez, no. Pero como yo sí me lo pregunto voy a intentar responderme.

Hace unos días estuve en Peñalara. Aunque las previsiones meteorológicas no eran nada propicias, mis buenos amigos y yo no nos dejamos amilanar por los augurios de temporal y nos decidimos a probar fortuna, no sin antes elevar a las Altas Montañas ‒que son todas‒, nuestra sentida petición de buen tiempo, teniendo en cuenta que, como “buen tiempo”, entendíamos tanto tiempo despejado que nos permitiera llegar a la cumbre, como lluvias persistentes que favorecieran una agradable tertulia al amor del vino y de la lumbre.

Aunque el día amaneció velado por una niebla baja y unas nubes altas, que no nos permitían contemplar el paisaje pero que propiciaba la imaginación, poco a poco, y conforme íbamos ascendiendo por la provisional senda practicada en la nieve, se iban retirando nubes y vientos para ofrecernos un precioso espectáculo desde la cumbre. Mágico día, mágica experiencia que no puede ser descrita sin vivirla.

Pero lo que venía a contaros ocurrió en la bajada. Caminando sin prisa por las suaves y maternales lomas cimeras de Peñalara, algo me impulsó a separarme del grupo y a caminar durante unas decenas de metros por un terreno tejido de vegetación menuda y rocas. En la quietud del lugar y del momento escuche un breve sonido de líquido, como de un recipiente que se estuviera vertiendo. El recipiente era la tierra y el líquido era el agua; de multitud de agujeros entre las rocas manaba el agua hacia la superficie con un sonido peculiar y discreto.

Cuando me incorporé al grupo no pude resistir la tentación de contarles la experiencia a mis amigos asociando el relato a aquellas conversaciones antiguas con el esparto de mi tierra levantina. Era agua, eran piedras y eran plantas pero para mí es la voz de la tierra y Peñalara que me hablaba. – Y, ¿qué te ha dicho? – me preguntó uno de ellos, pero antes de que yo respondiera y, en un intento generoso de liberarme de la responsabilidad de la respuesta me dijo: – Bueno, será un secreto. No pude responderle.

Y no, no es que sea un secreto. Es que los mensajes de la tierra, del murmullo del agua, de los colores y las formas de las flores, del crujir de la nieve, del brillo del rocío, de la luz Sol, de los mares de la Luna, de los añejos olivos, de las viejas encinas, de las errantes estrellas, del viento en las copas de los pinos, del canto de los mirlos, del zureo de las palomas, del graznido de las grullas, del crepitar del esparto húmedo oreándose al sol, son únicos e individuales.

No pueden trasmitirse con palabras las cosas que la Tierra nos dice. Por eso hemos de caminar atentos por la vida para sentir aquellas revelaciones que son nuestras, que nos pertenecen como valiosos tesoros de emociones.

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A la memoria del almendro, o de todos los árboles que en
la Tierra han sido

Por eso hoy, aunque el fuerte viento traía recuerdos de nieve norteña, he decidido dedicarle mi cariño y mi tiempo. Primero había que devolverlo a la tierra que lo sostuvo durante tantos años, pues en su caída había invadido el olivar vecino. Aunque intuyo que ni sus ramas, ni sus raíces, ni su sabia savia entienden, ni les importan, las lindes humanas. Armada de paciencia, de tiempo y de sierra, he comenzado a desmembrar sus ramas. Algunas ya estaban secas, pero otras apuntaban a un futuro cercano con sus flores incipientes y sus vigorosas yemas.


La ruta de los arroyos

Hay días en los hay vale la pena hacerle caso al instinto. Bueno, siempre vale la pena y muchas veces, la alegría, pero algunos días especialmente. Hoy ha sido uno de esos días.
Cuando me he despertado el instinto me ha dicho que me levantara sin pereza, que, aunque no había nevado como estaba previsto, el monte me esperaba. Pero la cabeza, cómodamente recostada en la cálida almohada, ha dicho: “Pero instinto, tú estás mal de la cabeza, ¿es que no escuchas el viento cómo sopla por entre los tejados?Seguid leyendo | Álbum en picasa


Milagros de cada día

Mis queridos amigos: acabo de darme cuenta de que me he saltado un año entero (largo) sin escribir una línea por estos lares. Imperdonable. Bueno, sí, voy a perdonarme porque así es más fácil perdonar a los demás, si fuera necesario.
El caso es que cuando Aurora me lea escribir (ya que no me “oye decir”) que “acabo de darme cuenta”, me dará un cachete virtual porque lleva todo el verano recordándomelo, pero he de deciros que tengo una buena excusa: he estado varias estaciones en plácido letargo...Seguid leyendo


El árbol que quiso encontrarse con su sombra

Cómo comunicar malas noticias: 1ª lección
Con la inestimable colaboración de Keny

Sí, hoy tengo que comunicar una mala noticia a tres seres muy queridos para mí y he venido al único lugar en el que puedo hallar la mejor forma de hacerlo. Hoy he venido al quinto cono, porque es aquí donde ha ocurrido el fatal* hecho y he venido a pedirle al árbol que me cuente su historia...Seguid leyendo


Un sencillo paseo

Un sencillo paseo

Esta tarde he pensado salir a dar un paseo por las sierras. Nada serio, simplemente quería comprobar el estado de la jara, respirar un poco de aire de altura y tomar unas fotografías a la luz del cálido atardecer. No llevaba ninguna ruta definida; de momento, lo primero y como siempre, perderme por los caminos de la Ganadera hasta llegar a las cercanías del chopo centenario.

Después de dejar el coche aparcado en la explanada de Valdehierro, pensé seguir el arroyo que da nombre a la zona, hasta encontrarme con la senda que lleva a la cueva de Castrola,...Seguid leyendo


Día gris

Hoy ha amanecido un día gris

Pero nadie que me aprecie se inquiete. Que el día amanezca gris a las puertas del invierno, es lo mejor que puede pasarle al día.
He decidido salir a sumergirme en el color del día. He salido sin rumbo fijo ni objetivo claro y el camino ha ido guiando mis pasos; ardua tarea, pues la niebla impedía al camino guiar mis pasos más allá de unos pocos metros...

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UNA HISTORIA DE AMISTAD

¿Qué hacer ante un perro callejero?
Yo antes tenía una respuesta clara: buscarle un hogar. Pero a partir de esta historia tengo mis dudas.
Yo vivía en el campo y vivían conmigo dos perras, una de ellas, de padres desconocidos y rescatada de la calle; la otra, de padres y “amos” conocidos, pero rescatada también de una familia numerosa y de una enorme cantidad de pulgas...
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Una historia de amistad

Renacimiento


Para mi madre

Había venido a este lugar decenas de veces, solo, en compañía, desde el este, desde el oeste, con el almuerzo en la mochila, con las manos en los bolsillos, caminando, haciendo footing… y siempre le había intrigado, durante unos escasos segundos, el cartel que, sobre madera, anuncia la proximidad de un refugio donde guarecerse en caso de lluvia...
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… y los perros, los caballos, los delfines… y hasta los grillos si me dejan dormir por la noche. Por eso, porque me gustan los toros, el 28 de julio será día de fiesta en mi calendario particular.

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El abrazo

El abrazo

¿Qué te ocurre?, ¿por qué esas lágrimas? – dijo el hombre que sonreía y que ofrecía al amigo sus brazos libres.

Lloro porque no puedo darte, ni recibir de ti, lo único que desearía en este momento: un estrecho y fraternal abrazo – dijo el hombre que andaba cabizbajo y triste y que tenía sus brazos ocupados con todas sus posesiones...Seguir leyendo


Desde El Centro

¿Desde el centro de dónde?

¿Desde el centro de cuándo?

¿Desde el centro de quién?

Demasiadas preguntas para un solo punto del tiempo o del espacio, pues hoy os escribo desde “El Centro”. ...
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Hoy he venido al mundo.

Los que me conocen un poco quizá piensen con una media sonrisa burlona dibujándose en su cara: ‒ ¡Ja!, más quisiera ella quitarse de encima los cuarenta y seis años que ya le hacen guiños desde una esquina cercana de abril.

Los que me conocen mejor saben que no es eso lo que yo más quisiera. Lo que más quisiera es que la niña de los hoyuelos no me abandonara, a pesar de los años que vaya cumpliendo. Y, de momento, parece que lo voy consiguiendo...seguir leyendo


Ganadores Cuentamontes 2009

...Y viene esto a cuento de que el pasado sábado se celebró en mi querido pueblo vecino, Petrer, la II Gala del certamen literario de relatos y cuentos de montaña Cuentamontes, en la que se presentó el libro y se entregaron los premios a los finalistas y el reconocimiento a los galardonados. Los organizadores nos prestaron el micrófono durante unos breves minutos para que pudiéramos dirigirnos al público y cuando me tocó el turno descubrí, con horror, que las palabras pensadas se me habían ido dispersando a lo largo del pasillo...

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A la Replana sin un par
...de crampones.

El sol ha aparecido el tiempo justo para tranquilizar nuestros corazones. Para decirnos: “Aquí estoy de nuevo, tal y como ayer me pedisteis”, para que supiéramos que hoy era otro día. Después se ha ocultado, discreto, tras el velo de las nubes para no fundir la nieve y permitirnos un paseo inolvidable por el albo paisaje.
Ya la senda, a estas alturas, se había convertido en una cinta de terciopelo blanca, un pasillo de nieve virgen entre los algodonosos árboles.

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Amanecer desde Caprala

  • Escucha……..
  • ¿……….? No oigo nada
  • Pues eso, el silencio.

Queridos amigos.

En esta visita feliz que me habéis brindado he reconocido a algunos de vosotros; también he comprobado que os acompañaban algunas caras nuevas. Caras nuevas que me contemplaban con respeto y manos que acariciaban con cariño los múltiples pliegues de mi ruda piel arrugada. Almas que traían en su mirada el recuerdo de otras formas de vida antiguas.
He visto tristeza en vuestros ojos y la sospecha de una discreta lágrima al descubrir mis vegetales úlceras de anciano.

No os apenéis por mí. ...seguir leyendo

Palabra de anciano


Una mañana de verano

Una mañana de verano

Cuando me he despertado esta mañana, el mundo, alrededor del Hondón, había desaparecido.
Las hileras de viñas que arrancan desde la ventana se perdían en un horizonte cercano y difuso. En un mágico claro entre la niebla aparecía la luna que anteayer fue llena, eso me tranquilizó, siempre que la luna continúe en mi horizonte no tendré nada que temer.
La brisa fresca y húmeda me invitó a salir....seguir leyendo | Fotos en picasa


Para Pepita


Para mi madre, para nuestra madre

¿Hay alguien ahí? Llamo a las puertas del cielo para preguntar por ti, porque dicen que es ahí donde van las almas buenas. Pero no estás, me dicen que has salido. Ni siquiera el cielo infinito es suficientemente grande para contenerte, para retenerte....seguir leyendo


De retiro en Peña Golosa

De retiro en Penyagolosa

El aire huele a una mezcla de humedad de tormenta y resina caliente.
Como no conozco bien el clima de la zona no sé cuando será prudente salir corriendo hacia el refugio.
Tengo la sensación de que la tormenta nos está rodeando, (nos: a mi, a los pinos, a los enebros, a las ardillas, a las chicharras, al espino blanco...). Creo que la primera gota es la señal de la prudencia y debo irme al refugio...seguir leyendo


Hidden Peak 8.068 José A. Antón Un lustro después

Un recuerdo

Las vías de acceso a Alicante estaban impracticables a esa hora. Encontrar un aparcamiento era una quimera.
Eran las 6:45 de un jueves primaveral.
Descubrí medio aparcamiento. El otro medio pertenecía al vado de un taller mecánico cuyo horario laboral se iniciaba a las 9:00. Confié a los hados urbanos mi medio coche mal aparcado y cubrí a la carrera los trescientos metros que me separaban de la estación de trenes.
El tren salía a las 7:00.
Cuando llegué a la estación, mi amigo ya no estaba en la cola de pasajeros que ofrecían su billete para la comprobación rutinaria. Las cintas de seguridad me impedían acceder al andén número 2, junto a la vía en la que estaba situado el tren.
Entonces le vi. Entonces vi a mi amigo,...seguir leyendo


Las heridas de la tierra

Me han pedido que escriba un relato de montaña y yo no tengo habilidad para la ficción y la metáfora.
Yo sólo sé, lo veo desde mi ventana, que al Monte Bateig, a la Sierra del Caballo, como a otros tantos, les ha salido un cáncer de hierros oxidados que está devorando si piedad sus entrañas y amenaza con cambiar para siempre los mapas..
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Las heridas de la tierra

Los árboles de piedra

Me dirigía a Sevilla en viaje de trabajo, cuando el autobús en el que viajaba pasó por delante de las murallas de Córdoba. Hasta ese momento, Córdoba no era una ciudad en la que pensara especialmente, pero a partir de entonces sentí una extraña “necesidad” de conocerla. En aquel momento pensé estas líneas que escribí días después de volver del viaje de trabajo, hace ya… casi diez años, ¡Cómo pasa el tiempo!... Seguir leyendo

Molino de la Unión en Camuñas

Felicitación y agradecimiento

Hoy quiero enviar una felicitación y un agradecimiento.
Voy a empezar con el agradecimiento, lo que ocurre es que no sé bien a quién dirigirlo. Lo más fácil, y lo que me llevaría al acierto seguro, sería elevar mi gratitud al UNO, y no fallaría, pero quedaría ciertamente ambiguo y con escaso reconocimiento a quienes el UNO empleó para que yo me sienta hoy necesitada de alguien concreto que acepte mis “gracias”
....seguir leyendo

 
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