El silencio que escucha la palabra

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Textos de Elda Pérez Moneo

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A la Replana sin un par
…de crampones.

Amanecer desde Caprala

El pasado domingo me fui un rato al monte, como no podía ser de otra manera. Cuando aparqué el coche en la fuente de Caprala descubrí, no sin cierto enfado, que la cámara de fotos se había quedado olvidada encima de la mesa. Enfado mayor que el mío, era el que tenía la cámara cuando regresé y le conté que había estado en una zona nueva, que el día había sido espléndido y que mi intención al salir, era hacer una reseña de la subida a la Replana, pero claro, sin fotos ilustrativas, esto no era posible.
Para hacerme perdonar por el olvido le prometí repetir la ruta en breve.
El lunes no pudo ser por llevar yo, en mis piernas, el peso de los dieciocho kilómetros del día anterior. Además llovía y aunque este no suele ser pretexto para quedarse en casa, la convencí (sí, a la cámara) de que la luz del día no era propicia para fotos.
El martes descubrí que la lluvia que había empapado las calles el día anterior, había cubierto con un precioso manto blanco las cumbres de nuestro valle, cosa nada habitual, por otra parte. Sin embargo, por unas cosas y por otras, no me era posible salir ese día a disfrutar de la nieve. De modo que acordamos, mi máquina de hacer fotos y yo, volver a la zona de la Replana al día siguiente, es decir hoy miércoles.
Me he despertado a las seis de la mañana, con gran alegría, pues, teóricamente, esa hora me permitía, al menos, dos horas más de sueño. No ha sido posible. Creo que ha sido ella (sí, de nuevo la cámara) quien ha invadido mi dormitorio con un repertorio de posibles y bellas imágenes futuras. Le debía una. Así que, sin protestar y con resignación, he salido de la cama.
De camino a Caprala, aún por la estrecha carretera, hemos sorprendido a un par de conejillos que nos miraban extrañados y no era para menos: aún era noche cerrada.
Cuando hemos iniciado la senda, y ya empezaban a verse las primeras manchas de nieve, mi máquina saltaba de alegría colgada de mi cuello. He intentado explicarle que con esa luz, es decir, ninguna, ni ella ni yo somos capaces de tomar regulares fotografías. En esa conversación estábamos cuando, cómplice, puntual y madrugador como sólo él sabe ser, el sol nos ha regalado sus primeras luces.

Amanecer desde la Replana


Luces violeta a las que las nubes se acercaban para ser calentadas por sus rayos y que se ruborizaban al sentir sus cálidas caricias.
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El sol ha aparecido el tiempo justo para tranquilizar nuestros corazones. Para decirnos: “Aquí estoy de nuevo, tal y como ayer me pedisteis”, para que supiéramos que hoy era otro día. Después se ha ocultado, discreto, tras el velo de las nubes para no fundir la nieve y permitirnos un paseo inolvidable por el albo paisaje.
Ya la senda, a estas alturas, se había convertido en una cinta de terciopelo blanca, un pasillo de nieve virgen entre los algodonosos árboles.

  • Escucha……..
  • ¿……….? No oigo nada
  • Pues eso, el silencio.

Milagrosamente, el paisaje nevado parecía absorber todos los sonidos y un silencio limpio llenaba el ambiente. Los débiles cristales de agua, con su poderosa presencia, empapaban incluso mis pensamientos, depurándolos, purificándolos.
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Retomé la idea de elaborar una modesta reseña de la ascensión a la Replana pasando previamente por el Chocolate, pero tuve que pensar para qué sirve una reseña. Básicamente sirve para orientar a los posibles visitantes e indicar los accesos y las rutas disponibles, si es posible, con fotografías que ilustren el recorrido, los enlaces y los cruces de sendas y de caminos. Sinceramente hube de abandonar este propósito. El paisaje ofrecía unas fotografías preciosas, pero nadie, en circunstancias normales, sería capaz de reconocerlo. Por poner un ejemplo, la cumbre del Chocolate, hoy era de chocolate blanco, cuando normalmente es de puro y negro cacao. Bueno, desafortunadas metáforas aparte, no me pareció el día más apropiado para elaborar una reseña, al menos no una reseña descriptiva de la zona y me quedé
en la mera crónica de un inolvidable día.
Asumí, pues, otros propósitos para mi excursión.
Como dije al principio, el domingo ya había visitado la zona. Anduve por ella esparciendo trocitos de mi alma y, en vista de los fríos que se avecinan, pensé que podía ser una buena idea recogerlos y llevarlos a casa para protegerlos de la intemperie. Los encontré donde los había dejado, pero crecidos, aumentados, dilatados y cuando les indiqué mi intención de devolverlos a casa me miraron con una tierna sonrisa y se negaron a volver conmigo, no sin antes darme una convincente explicación:
Trepados a los árboles, enredados entre las ramas de enebro, iluminando aliagas, protegidos en las hendiduras de las rocas, se sentían mis trocitos de alma felices y satisfechos, plenos, íntegros e integrados en la Vida. Desde allí querían invitarme a volver cuando lo deseara, cuando lo necesitara. Me explicaron que no era preciso que regresara, para vernos, al mismo lugar. Me revelaron que en cada árbol, en cada enebro, en cada flor y en cada piedra volveríamos a encontrarnos. Que la nieve, el sol, la lluvia, el viento y el frío, les alimentaba y les hacia crecer, me dijeron. Y que mientras ellos aumentaran yo crecería con ellos, pues que de ellos me componía. Así pues, dejé en un árbol, un abrazo de deseos soñados y seguí mi camino con una sonrisa.

Trocitos de mi alma

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En ocasiones como esta desearía ser una buena escritora.
Desearía tener la capacidad para explicaros cómo huele la nieve. Ese olor a humedad seca, a promesa de primavera inundada de jaras en flor.
Explicaros cómo el silencio llena, con su sonora presencia, cada rincón del paisaje, dejando que, bajo la influencia de los débiles rayos del sol filtrados por las nubes, se desprendan de los árboles mínimas gotas de agua, para decirme bajito: “aquí estamos”.
Contaros cómo me acompaña el crujido de la nieve, compactándose bajo mis botas, amortiguando mis pasos.
Trasmitiros el susurro de la fina lluvia que empapa las rocas, rojas y negras, y las hace resaltar en el blanco paisaje.
Describiros la mirada pura que desde las copas más altas, descendiendo por su rugoso tronco, me envían los árboles como una sonrisa.
Quisiera tener todos los adjetivos, todas las palabras que pudieran daros una idea de los sentimientos y emociones experimentados al ver una sencilla planta de genista asomar, tímidamente, bajo el manto de la nieve, para contemplar, incrédula, el paisaje.
Pero soy una humilde fedataria del mundo que sólo sé, modestamente, contar lo que veo.………………………………..
Ni yo misma era capaz de reconocer el mismo terreno que había pisado sólo tres días antes. Pero me daba igual. Ni siquiera quería pensar dónde estaba, sólo quería disfrutar del momento. La nieve no frecuenta mi tierra y en las contadas ocasiones que lo hace, su visita es breve, efímera a veces. Generalmente, los habitantes del valle no tenemos la posibilidad, ni el tiempo necesario, de acercarnos hasta ella, para acariciarla cuando nos visita, por eso yo hoy me he sentido un ser privilegiado, tocado por la alta magia de la Vida.
Desaparecidos los caminos y las sendas bajo el blanco manto, el mundo parecía distinto y yo estaba allí para disfrutarlo.
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Cuando he llegado a la cumbre de la Replana he descubierto al vértice geodésico vestido de camuflaje para la ocasión. Testigo privilegiado de los cuatro puntos cardinales, erguía su silueta cubierta de una gruesa y homogénea capa de nieve por su superficie norte; las que dan al sur y al oeste, mantenían una fina película de agua helada, frágil, cristalina y chispeante a la luz del sol que, sorprendente y fugazmente, apareció en ese instante.
He descendido de nuevo hacia el valle sin saber muy bien por dónde, pero con la absoluta confianza de que la senda me guiaría, como así ha sido, hasta el Caserío de las Hermosas. Allí, el nevero que levanta su cúpula por encima del suelo, se encontraba en su salsa, rodeado del elemento que dio razón de ser a su existencia, aunque sin unas manos amigas que le alimentaran con la pura y blanca sustancia del cielo frio. Simbólicamente he querido alimentar su enorme panza de piedra con un puñado de nieve.
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Después de hacer una breve visita al Alto de Peret, desde cuya cumbre podía ver prácticamente mi coche aparcado, he decidido que no me apetecía regresar tan pronto. He vuelto sobre mis pasos hasta el Caserío de las Hermosas para volver a Caprala bajando por la Cuesta de Castalla. Allí había una fotografía pendiente: la Rotonda de los Pinos (© Aurora y Elda), punto de inicio de la subida al Alto de las Hermosas. Así que allí nos dirigimos mi cámara de fotos y yo, bajo la lluvia y el paraguas, para retratar el lugar.
No quedaría nada más reseñable de la hermosa jornada, pues a estas alturas del terreno y del día, la nieve ya se estaba convirtiendo en líquido elemento que cubría, feliz y esperanzadoramente, el terreno de barro, sino hubiera sido porque en el camino de vuelta, protegiendo y dando vida a la Casa de la Costa, me encontré con un enorme pino monumental. Digo monumental porque no se me ocurre un adjetivo más apropiado. Monumento lo considero, monumento de la Vida Natural. Enorme, prodigioso, fascinante. De esos seres junto a los cuales te sientes pequeñita, minúscula, insignificante, pero a la vez intuyes que te acoge, te abraza, te cobija y te cuenta historias de Vida, lentamente, despacito…
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Acabo ya, pero antes quiero agradecer a mi cámara de fotos el mayúsculo madrugón, aunque con sus ciertas y bellas imágenes futuras, no me haya entrado el desayuno a la cama.

16 de Diciembre, primera nevada de la temporada y guinda de un hermoso 2009

PD.: Si habéis llegado hasta aquí, es porque habéis entrado en mi página web. En ese caso, he de deciros que al final de la misma, hay un enlace a mi galería de fotos de Picasa, donde encontrareis imágenes de este día con la explicación gráfica del título de este texto. (Galerías de Elda y Elda Bis)


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A la memoria del almendro, o de todos los árboles que en
la Tierra han sido

Por eso hoy, aunque el fuerte viento traía recuerdos de nieve norteña, he decidido dedicarle mi cariño y mi tiempo. Primero había que devolverlo a la tierra que lo sostuvo durante tantos años, pues en su caída había invadido el olivar vecino. Aunque intuyo que ni sus ramas, ni sus raíces, ni su sabia savia entienden, ni les importan, las lindes humanas. Armada de paciencia, de tiempo y de sierra, he comenzado a desmembrar sus ramas. Algunas ya estaban secas, pero otras apuntaban a un futuro cercano con sus flores incipientes y sus vigorosas yemas.


La ruta de los arroyos

Hay días en los hay vale la pena hacerle caso al instinto. Bueno, siempre vale la pena y muchas veces, la alegría, pero algunos días especialmente. Hoy ha sido uno de esos días.
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Milagros de cada día

Mis queridos amigos: acabo de darme cuenta de que me he saltado un año entero (largo) sin escribir una línea por estos lares. Imperdonable. Bueno, sí, voy a perdonarme porque así es más fácil perdonar a los demás, si fuera necesario.
El caso es que cuando Aurora me lea escribir (ya que no me “oye decir”) que “acabo de darme cuenta”, me dará un cachete virtual porque lleva todo el verano recordándomelo, pero he de deciros que tengo una buena excusa: he estado varias estaciones en plácido letargo...Seguid leyendo


El árbol que quiso encontrarse con su sombra

Cómo comunicar malas noticias: 1ª lección
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Sí, hoy tengo que comunicar una mala noticia a tres seres muy queridos para mí y he venido al único lugar en el que puedo hallar la mejor forma de hacerlo. Hoy he venido al quinto cono, porque es aquí donde ha ocurrido el fatal* hecho y he venido a pedirle al árbol que me cuente su historia...Seguid leyendo


Un sencillo paseo

Un sencillo paseo

Esta tarde he pensado salir a dar un paseo por las sierras. Nada serio, simplemente quería comprobar el estado de la jara, respirar un poco de aire de altura y tomar unas fotografías a la luz del cálido atardecer. No llevaba ninguna ruta definida; de momento, lo primero y como siempre, perderme por los caminos de la Ganadera hasta llegar a las cercanías del chopo centenario.

Después de dejar el coche aparcado en la explanada de Valdehierro, pensé seguir el arroyo que da nombre a la zona, hasta encontrarme con la senda que lleva a la cueva de Castrola,...Seguid leyendo


Peñalara y el esparto levantino


Recuerdo que un día, con mis mejores deseos para mis amigos, y entre otras cosas, escribí esto: O que cese la brisa para que, en la silenciosa quietud del monte, la Tierra les hable desde las largas fibras del esparto. Este era uno de mis buenos deseos y tiene una explicación que deseo compartir con quienes tengáis a bien visitar este espacio...Seguid leyendo

Peñalara y el esparto levantino

Día gris

Hoy ha amanecido un día gris

Pero nadie que me aprecie se inquiete. Que el día amanezca gris a las puertas del invierno, es lo mejor que puede pasarle al día.
He decidido salir a sumergirme en el color del día. He salido sin rumbo fijo ni objetivo claro y el camino ha ido guiando mis pasos; ardua tarea, pues la niebla impedía al camino guiar mis pasos más allá de unos pocos metros...

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UNA HISTORIA DE AMISTAD

¿Qué hacer ante un perro callejero?
Yo antes tenía una respuesta clara: buscarle un hogar. Pero a partir de esta historia tengo mis dudas.
Yo vivía en el campo y vivían conmigo dos perras, una de ellas, de padres desconocidos y rescatada de la calle; la otra, de padres y “amos” conocidos, pero rescatada también de una familia numerosa y de una enorme cantidad de pulgas...
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Una historia de amistad

Renacimiento


Para mi madre

Había venido a este lugar decenas de veces, solo, en compañía, desde el este, desde el oeste, con el almuerzo en la mochila, con las manos en los bolsillos, caminando, haciendo footing… y siempre le había intrigado, durante unos escasos segundos, el cartel que, sobre madera, anuncia la proximidad de un refugio donde guarecerse en caso de lluvia...
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… y los perros, los caballos, los delfines… y hasta los grillos si me dejan dormir por la noche. Por eso, porque me gustan los toros, el 28 de julio será día de fiesta en mi calendario particular.

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El abrazo

El abrazo

¿Qué te ocurre?, ¿por qué esas lágrimas? – dijo el hombre que sonreía y que ofrecía al amigo sus brazos libres.

Lloro porque no puedo darte, ni recibir de ti, lo único que desearía en este momento: un estrecho y fraternal abrazo – dijo el hombre que andaba cabizbajo y triste y que tenía sus brazos ocupados con todas sus posesiones...Seguir leyendo


Desde El Centro

¿Desde el centro de dónde?

¿Desde el centro de cuándo?

¿Desde el centro de quién?

Demasiadas preguntas para un solo punto del tiempo o del espacio, pues hoy os escribo desde “El Centro”. ...
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Hoy he venido al mundo.

Los que me conocen un poco quizá piensen con una media sonrisa burlona dibujándose en su cara: ‒ ¡Ja!, más quisiera ella quitarse de encima los cuarenta y seis años que ya le hacen guiños desde una esquina cercana de abril.

Los que me conocen mejor saben que no es eso lo que yo más quisiera. Lo que más quisiera es que la niña de los hoyuelos no me abandonara, a pesar de los años que vaya cumpliendo. Y, de momento, parece que lo voy consiguiendo...seguir leyendo


Ganadores Cuentamontes 2009

...Y viene esto a cuento de que el pasado sábado se celebró en mi querido pueblo vecino, Petrer, la II Gala del certamen literario de relatos y cuentos de montaña Cuentamontes, en la que se presentó el libro y se entregaron los premios a los finalistas y el reconocimiento a los galardonados. Los organizadores nos prestaron el micrófono durante unos breves minutos para que pudiéramos dirigirnos al público y cuando me tocó el turno descubrí, con horror, que las palabras pensadas se me habían ido dispersando a lo largo del pasillo...

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Queridos amigos.

En esta visita feliz que me habéis brindado he reconocido a algunos de vosotros; también he comprobado que os acompañaban algunas caras nuevas. Caras nuevas que me contemplaban con respeto y manos que acariciaban con cariño los múltiples pliegues de mi ruda piel arrugada. Almas que traían en su mirada el recuerdo de otras formas de vida antiguas.
He visto tristeza en vuestros ojos y la sospecha de una discreta lágrima al descubrir mis vegetales úlceras de anciano.

No os apenéis por mí. ...seguir leyendo

Palabra de anciano


Una mañana de verano

Una mañana de verano

Cuando me he despertado esta mañana, el mundo, alrededor del Hondón, había desaparecido.
Las hileras de viñas que arrancan desde la ventana se perdían en un horizonte cercano y difuso. En un mágico claro entre la niebla aparecía la luna que anteayer fue llena, eso me tranquilizó, siempre que la luna continúe en mi horizonte no tendré nada que temer.
La brisa fresca y húmeda me invitó a salir....seguir leyendo | Fotos en picasa


Para Pepita


Para mi madre, para nuestra madre

¿Hay alguien ahí? Llamo a las puertas del cielo para preguntar por ti, porque dicen que es ahí donde van las almas buenas. Pero no estás, me dicen que has salido. Ni siquiera el cielo infinito es suficientemente grande para contenerte, para retenerte....seguir leyendo


De retiro en Peña Golosa

De retiro en Penyagolosa

El aire huele a una mezcla de humedad de tormenta y resina caliente.
Como no conozco bien el clima de la zona no sé cuando será prudente salir corriendo hacia el refugio.
Tengo la sensación de que la tormenta nos está rodeando, (nos: a mi, a los pinos, a los enebros, a las ardillas, a las chicharras, al espino blanco...). Creo que la primera gota es la señal de la prudencia y debo irme al refugio...seguir leyendo


Hidden Peak 8.068 José A. Antón Un lustro después

Un recuerdo

Las vías de acceso a Alicante estaban impracticables a esa hora. Encontrar un aparcamiento era una quimera.
Eran las 6:45 de un jueves primaveral.
Descubrí medio aparcamiento. El otro medio pertenecía al vado de un taller mecánico cuyo horario laboral se iniciaba a las 9:00. Confié a los hados urbanos mi medio coche mal aparcado y cubrí a la carrera los trescientos metros que me separaban de la estación de trenes.
El tren salía a las 7:00.
Cuando llegué a la estación, mi amigo ya no estaba en la cola de pasajeros que ofrecían su billete para la comprobación rutinaria. Las cintas de seguridad me impedían acceder al andén número 2, junto a la vía en la que estaba situado el tren.
Entonces le vi. Entonces vi a mi amigo,...seguir leyendo


Las heridas de la tierra

Me han pedido que escriba un relato de montaña y yo no tengo habilidad para la ficción y la metáfora.
Yo sólo sé, lo veo desde mi ventana, que al Monte Bateig, a la Sierra del Caballo, como a otros tantos, les ha salido un cáncer de hierros oxidados que está devorando si piedad sus entrañas y amenaza con cambiar para siempre los mapas..
. Seguir leyendo

Las heridas de la tierra

Los árboles de piedra

Me dirigía a Sevilla en viaje de trabajo, cuando el autobús en el que viajaba pasó por delante de las murallas de Córdoba. Hasta ese momento, Córdoba no era una ciudad en la que pensara especialmente, pero a partir de entonces sentí una extraña “necesidad” de conocerla. En aquel momento pensé estas líneas que escribí días después de volver del viaje de trabajo, hace ya… casi diez años, ¡Cómo pasa el tiempo!... Seguir leyendo

Molino de la Unión en Camuñas

Felicitación y agradecimiento

Hoy quiero enviar una felicitación y un agradecimiento.
Voy a empezar con el agradecimiento, lo que ocurre es que no sé bien a quién dirigirlo. Lo más fácil, y lo que me llevaría al acierto seguro, sería elevar mi gratitud al UNO, y no fallaría, pero quedaría ciertamente ambiguo y con escaso reconocimiento a quienes el UNO empleó para que yo me sienta hoy necesitada de alguien concreto que acepte mis “gracias”
....seguir leyendo

 
 
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