El silencio que escucha la palabra

Volver al inicio


Textos de Elda Pérez Moneo

******************************************************************************

Renacimiento



Para mi madre

Había venido a este lugar decenas de veces, solo, en compañía, desde el este, desde el oeste, con el almuerzo en la mochila, con las manos en los bolsillos, caminando, haciendo footing… y siempre le había intrigado, durante unos escasos segundos, el cartel que, sobre madera, anuncia la proximidad de un refugio donde guarecerse en caso de lluvia. Pero hay tantas cosas que disfrutar en nuestro entorno y tan pocas probabilidades de lluvia en esta zona que nunca se había planteado seriamente buscar el anunciado refugio, entre otras cosas, porque parecía más una broma de los “montañeros cartelistas” que una posibilidad real de refugio.

De las tantas decenas de veces que había visitado el lugar, más de la mitad habían ocurrido en los últimos meses y lo había hecho con un estado de ánimo difícil de definir por nosotros. Cuando las personas se encuentran en un estado de ánimo similar pueden tomar diferentes caminos: unos deciden organizarse un viaje a la India y vuelven al cabo de un mes imbuidos de una sonrisa beatífica que les dura lo que tardan en deshacer las maletas; otros invierten parte de sus ahorros en una colección de libros de autoayuda y en doctorarse en el viejo arte de la meditación trascendental; otros prefieren sacudírselo de encima saliendo de fiesta con los colegas; de éstos, algunos acabarán olvidando lo que venían a sacudirse, pero se habrán adjudicado una duradera relación con un tal Dionisio, también conocido como Baco, según los ambientes; otros abandonan su trabajo y su ciudad huyendo de sus pesadillas sin darse cuenta de que, por mucho que corran y por lejos que vayan, siempre les acompañará el origen de sus miedos, es decir, ellos mismos; otros, por suerte los menos, dejan de comprender que la vida es el fin en sí mismo, que   cada día el sol nos hace el regalo de su presencia y deciden dejar su penoso estado de ánimo colgado de una soga o bajo las ruedas de algún tren. Nuestro protagonista es de ese otro tipo de personas que emprende una cruzada contra las suelas de las botas de montaña y las zapatillas de footing; sabedor de que su espíritu sencillo está lejos de los nirvanas budistas y de las levitaciones orientales, se empeña en desprenderse de las nubes de su alma haciéndolas jirones entre las carrascas y las aliagas.

Así llegó aquí aquel día en que ocurrió el hecho que nos disponemos a relatar.

Sería sobre un medio día de mayo, más caluroso de lo normal, sobre todo después de un largo e intenso invierno, que incluso nosotros recordamos con escalofríos. Le vimos girar en el último recodo de la senda y encarar la pedregosa subida hasta la fuente. Venía, como las últimas veces, solo y sin mochila, síntomas inequívocos de que había decidido hacer la ruta corriendo. Se detuvo unos segundos bajo la confortable sombra del almendro y al cabo decidió hundir sus brazos hasta los codos en el agua de la fuente. Se refrescó la frente y el cuello y dejó resbalar por su cuerpo las frías y reconfortantes gotas. Le vimos buscar con la mirada entre las ramas del pino más grande hasta confirmar la sospecha de una pequeña ardilla entre las ramas más altas. A pesar de la media sonrisa que la amiga ardilla consiguió arrancarle, todavía se le podían adivinar en el rostro restos de nubes del alma que las aliagas no conseguían disolver del todo. Son esas nubes que quedan cuando las cosas no salen como uno espera; cuando los sueños no se cumplen y se quedan en sueños, si no es que se convierten en pesadillas; cuando los otros no cumplen las promesas, ni siquiera las que se hacen a ellos mismos; cuando el sol no calienta los cuerpos aunque los termómetros estallen porque son los cuerpos los que generan su propio frío; cuando las amapolas se vuelven grises; cuando las personas no comprenden por qué la vida es tan dura con ellas sin darse cuenta de que ellas son la vida.

Parece que fue entonces cuando lo decidió. Y hoy todavía se pregunta por qué entonces y no antes o después.

En lugar de volver sobre sus pasos y regresar de vuelta a casa como solía hacer, comenzó a subir por la ladera, por el sendero poco marcado que se dirige hacia donde intuyó que podía encontrarse el anunciado refugio. Lo hizo sin prisa, deteniéndose en cada resalte, sobre cada roca, bajo cada pino y preguntándose por qué no lo había hecho antes, por qué no se había decidido antes a recorrer esa empinada y abrupta senda hacia lo que parecía una sospecha de cueva. ¿No sería ese el refugio al que se refería el cartel?

Dejando atrás la senda y después de una fácil y corta trepada se encaramó a lo alto de un plano de poco más de dos metros cuadrados. Y entonces la vio. Se llame como se llame, refugio, cueva o vagina pétrea, la cuestión es que lo dejó sin habla, suponiendo que en aquel momento hubiera tenido alguien con quien hablar. Se quedó sin habla y más petrificado que el agujero que tenía delante. Y no sabía por qué. Por qué. Se dio cuenta en aquel momento que no dejaba de hacerse preguntas ¿Por qué ahora? ¿Por qué hoy? ¿Por qué estoy petrificado? Se sintió como atrapado entre dos fuerzas opuestas que le mantenían inmovilizado.

Un montón de ideas y de preguntas se agolpaban a empujones en su mente. A la primera de esas ideas la rechazó desde el mismo momento de aparecer porque, de algún modo, molestaba incluso a su propia sensibilidad masculina, pero puesto que ocurrió la contaremos: se vio a sí mismo como un falo de piedra entrando en aquel agujero rupestre y haciendo gozar, con su magia, a las mismísimas entrañas de la Tierra.

Para desprenderse de esa imagen se centró en las fuerzas opuestas que le inmovilizaban, para intentar comprenderlas. Por una parte el deseo de entrar en aquella extraña cueva por motivos diferentes, sobre todo, por la innata curiosidad humana que les hace meter las narices donde no les llaman aunque salgan escaldados y con llagas, para saber cómo era su fondo, su profundidad, su magia…y aparte, por el hecho físico y prosaico de que se estaba quemando vivas la espalda y las pantorrillas bajo aquel sol de justicia; sin embargo había otra fuerza que le impedía entrar. Ante aquella duda, nosotros dudamos también del título de nuestro relato: ¿renacimiento o profanación? Porque la duda de él tenía sus raíces en ese dilema. No se atrevía. No tenía valor. Se le antojaba aquel espacio un espacio, de algún modo, sagrado. Sospechaba que para ser merecedor de aquel refugio debía resolver muchas de las preguntas que le taladraban, no sólo las de ese día, sino también las de los últimos tiempos, las que generaban nubes. Por fin, con la firme promesa, a sí mismo y a la roca, de intentar responder algunas preguntas a la sombra de la piedra, se decidió, no sin reparos, a penetrar en aquel agujero de la tierra.

El primer paso ya fue inquietante, entre otras cosas porque, por respeto, decidió darlo con los ojos cerrados y al apoyarse en las paredes creyó sentir en sus manos, que son los ojos torpes de los videntes, un tacto cálido y mojado.

Llegados a este punto convendría describir físicamente la cueva, sobre todo para liberar a nuestro inocente protagonista de los posibles sambenitos de sátiro y depravado. Se abre un agujero en la roca no más ancho que el ancho de los hombros del habitante que penetre en ella; de aproximadamente un metro y medio desde la base hasta la cúpula, extremos en los que se estrecha ligeramente, y con una profundidad cercana a los seis metros; la textura de sus paredes recuerda la cera fundida, algo así como la roca caliza que el agua ha logrado disolver a base de lustros y paciencia; es una cueva ciega, de fondo redondeado, acogedora, cálida…Ya comprendemos mejor las ideas intrusas y las percepciones de nuestro protagonista ¿cierto? Pues volvamos al relato.

Le encontramos, ya con los ojos abiertos, dando el resto de pasos hasta el fondo de la cueva, donde se instaló como provisional anfitrión de aquella morada de piedra. Sin olvidar su promesa de responder algunas preguntas, se concedió unos minutos de paz reposando despacio su cabeza..., las pétreas paredes le aíslan del mundo…, amortiguan los sonidos que vienen del exterior de la cueva y los ruidos que vienen del interior del hombre…
            …en algún momento sintió, a través de sus párpados cerrados, que la luz de la entrada se oscurecía, abrió los ojos y comprobó, algo desconcertado, que acudían a visitarle todas y cada una de las personas que hasta el momento habían pasado por su vida. Llegaron sus amigos, desde el más viejo al más reciente; los miembros de su familia, desde el mayor hasta la más pequeña; sus compañeros de colegio, sus maestros; sus compañeros de trabajo; conocidos, vecinos… Entraban en la cueva de uno en uno, porque de más en más no cabían. Entraban, se sentaban frente al anfitrión y por un momento, que nadie sabía calibrar, revivían algún momento grato que ambos habían compartido. Sonreían y el visitante abandonaba la cueva para dejar paso al siguiente.

Traían los visitantes recuerdos, vivencias, experiencias que se convertían de inmediato en imágenes ciertas, en escenarios reales donde el suceso ocurría de nuevo para ellos y con ellos. Y así, vimos a nuestro protagonista volver a sentir en la cara el viento frío de la Cumbre del Naranjo de Bulnes; escalar, con la relajación de quién reconoce y acepta sus limitaciones, las decenas de vías de quinto grado que reptan por los alrededores de su ciudad; recorrer la maraña de sendas que se extiende por su valle; le vimos en la cumbre del Poset y en la Arista del Caballo; pudimos sentir el viento, con él y sus amigos, descendiendo en parapente la ladera del Maigmó; galopamos a lomos de Titán las praderas altas del Valle de Tena; cantamos sin rubor en fuegos de campamento y se nos congelaron los pies en el vivac de la cumbre de la Sagra.
Se oyeron pocas palabras aquel día, que por ser breves nos permitimos transcribir aquí. En distintos momentos y con distintas voces, tanto de hombre como de mujer, se oyó decir:


            “No darás tropezón ni desatino que no te haga avanzar en el camino”
            “No intentes cruzar el puente antes de llegar al río”
            “No cambies nunca, ni siquiera por mí”
            “No dejes que la melancolía anide en tu corazón”
“Todo pasa, lo bueno y lo malo, pero hay que vivir un día detrás de otro”

Algunos visitantes venían con recuerdos claros y puntuales, pero otros traían una caja llena con un batiburrillo de risas y de llantos de cuyo fondo, no sin esfuerzo, conseguían entre los dos sacar algún momento que les hacía sonreír a ambos. Un amigo llegó y, simplemente, se fundieron en un abrazo solidario, no hacía falta más; con otro contempló estrellas fugaces a cámara lenta; cuando vinieron a visitarle un par de ojos azules, a falta de más recuerdos, se sumergió sin pudor en ellos hasta que se encontraron sus almas. Sostuvo en sus manos el recuerdo del libro que alguien le había regalado, cuya dedicatoria rezaba: “Desde esta pequeña cumbre, pido a la energía de la montaña que siempre mantenga encendida la luz que ilumina tu camino. De un aficionado al alpinismo”, y en ese momento y en ese lugar, más que nunca,  volvieron a cobrar sentido las palabras.

Hubo más, pero necesitaríamos otra vida para contar todo lo ocurrido. Así que concluiremos diciendo que, después de volver a aprender a leer bajo la limpia mirada de su madre, nadie más entró en la cueva. Hizo un repaso a su memoria y comprobó, con satisfacción, que no había faltado nadie, quizá aquellos a quienes aún no había conocido. Ya solo, se dio cuenta de que aquel desfile de experiencias le había dado las claves para responder a muchas de sus preguntas y comprendió de pronto por qué, hasta ese día, no había sido consciente de la existencia del refugio: todo tiene su momento y su lugar, nada ocurre fuera de tiempo…
…en aquel momento, con un breve y leve espasmo que no supo si era suyo o de la roca, fue consciente de que se le había dormido el pie izquierdo, los músculos de sus nalgas se habían convertido en corcho y un resalte de piedra le estaba taladrando el omóplato derecho. No sabía cuánto tiempo había pasado, él no llevaba reloj y nosotros somos incapaces de calcularlo, tampoco nos importa mucho. El caso es que le pareció sentir una sacudida, como si el fondo de la cueva le empujara al exterior, como si una contracción primigenia le quisiera devolver al mundo. Con un montón de imágenes reconfortantes, con un puñado de recuerdos vivificantes, con una profunda sonrisa que brotaba de su propio centro, se incorporó y salió del agujero de piedra al sol y a la vida. Y entonces tuvo otra visión de sí mismo, pero esta vez se vio como lo que realmente era: un ser humano imperfecto, pero tolerante con sus propias imperfecciones y con las imperfecciones ajenas, capaz de aprender de sus errores y de compartir llantos y sonrisas con otros seres humanos imperfectos como él. Un ser humano renaciendo de las entrañas de la madre tierra como ya lo hiciera otra vez hace…tántos años.

Y las nubes se habían dispersado.

******************************

Seguramente el lector, curtido en innumerables aventuras literarias, habrá sospechado, equivocadamente, que nuestro protagonista se quedó traspuesto al amparo de la vieja roca; o tal vez, en algún momento habrá pensado que en el fondo de la cueva crecía algún hongo o planta sospechosa, cuyos efectos pudieran explicar el extraño suceso, sin embargo, nada se dijo en el relato de hongos ni de setas. La pura verdad es la que hemos contado los abajo firmantes, quienes, desinteresados testigos del hecho que aquí se relata, damos fe de que únicamente con todos los sentidos despiertos puede el Hombre renacer.

Firmado: los árboles y arbustos, las flores y las piedras del camino.

Renacimiento

Publicado en el libro Cuentamontes 2009

 

Páginas amigas y

Amarguillo | Dahellos.com
Cultura montañera
Cuentamontes Certamen Literario
Juan Manuel Maestre
Citas Montañeras
Rutas de montaña
Senderismo en La Mancha
Club Alpino Eldense
Bonifasi y Montañerico
Personajes eldenses
Antonio Porpetta
Florentino Caballero
 
 

Páginas de amig@s

 

Espacio de Laura en myspace

La madre tierra sufre en silencio, te atreves a ser su voz?

Sacra Leal, poetisa
Sacra Leal
Supervivencia emocional
Página personal de Yolanda Pérez
Página de Yolanda

Página del músico y compositor Darío Palomo

Biblioteca digital mundial de la UNESCO
Campo Base
Campo Base,
tu punto de encuentro en la frecuencia montañera
Interesante página de Petrer en la que se pueden keer artículos de Elda y de nuestro colaborador Juan Manuel Maestre Carbonell
Petrer al día
toda la actualidad de
Petrer y Elda
intercomarcaltv
 
Compartir
libro
 

A la memoria del almendro, o de todos los árboles que en
la Tierra han sido

Por eso hoy, aunque el fuerte viento traía recuerdos de nieve norteña, he decidido dedicarle mi cariño y mi tiempo. Primero había que devolverlo a la tierra que lo sostuvo durante tantos años, pues en su caída había invadido el olivar vecino. Aunque intuyo que ni sus ramas, ni sus raíces, ni su sabia savia entienden, ni les importan, las lindes humanas. Armada de paciencia, de tiempo y de sierra, he comenzado a desmembrar sus ramas. Algunas ya estaban secas, pero otras apuntaban a un futuro cercano con sus flores incipientes y sus vigorosas yemas.


La ruta de los arroyos

Hay días en los hay vale la pena hacerle caso al instinto. Bueno, siempre vale la pena y muchas veces, la alegría, pero algunos días especialmente. Hoy ha sido uno de esos días.
Cuando me he despertado el instinto me ha dicho que me levantara sin pereza, que, aunque no había nevado como estaba previsto, el monte me esperaba. Pero la cabeza, cómodamente recostada en la cálida almohada, ha dicho: “Pero instinto, tú estás mal de la cabeza, ¿es que no escuchas el viento cómo sopla por entre los tejados?Seguid leyendo | Álbum en picasa


Milagros de cada día

Mis queridos amigos: acabo de darme cuenta de que me he saltado un año entero (largo) sin escribir una línea por estos lares. Imperdonable. Bueno, sí, voy a perdonarme porque así es más fácil perdonar a los demás, si fuera necesario.
El caso es que cuando Aurora me lea escribir (ya que no me “oye decir”) que “acabo de darme cuenta”, me dará un cachete virtual porque lleva todo el verano recordándomelo, pero he de deciros que tengo una buena excusa: he estado varias estaciones en plácido letargo...Seguid leyendo


El árbol que quiso encontrarse con su sombra

Cómo comunicar malas noticias: 1ª lección
Con la inestimable colaboración de Keny

Sí, hoy tengo que comunicar una mala noticia a tres seres muy queridos para mí y he venido al único lugar en el que puedo hallar la mejor forma de hacerlo. Hoy he venido al quinto cono, porque es aquí donde ha ocurrido el fatal* hecho y he venido a pedirle al árbol que me cuente su historia...Seguid leyendo


Un sencillo paseo

Un sencillo paseo

Esta tarde he pensado salir a dar un paseo por las sierras. Nada serio, simplemente quería comprobar el estado de la jara, respirar un poco de aire de altura y tomar unas fotografías a la luz del cálido atardecer. No llevaba ninguna ruta definida; de momento, lo primero y como siempre, perderme por los caminos de la Ganadera hasta llegar a las cercanías del chopo centenario.

Después de dejar el coche aparcado en la explanada de Valdehierro, pensé seguir el arroyo que da nombre a la zona, hasta encontrarme con la senda que lleva a la cueva de Castrola,...Seguid leyendo


Peñalara y el esparto levantino


Recuerdo que un día, con mis mejores deseos para mis amigos, y entre otras cosas, escribí esto: O que cese la brisa para que, en la silenciosa quietud del monte, la Tierra les hable desde las largas fibras del esparto. Este era uno de mis buenos deseos y tiene una explicación que deseo compartir con quienes tengáis a bien visitar este espacio...Seguid leyendo

Peñalara y el esparto levantino

Día gris

Hoy ha amanecido un día gris

Pero nadie que me aprecie se inquiete. Que el día amanezca gris a las puertas del invierno, es lo mejor que puede pasarle al día.
He decidido salir a sumergirme en el color del día. He salido sin rumbo fijo ni objetivo claro y el camino ha ido guiando mis pasos; ardua tarea, pues la niebla impedía al camino guiar mis pasos más allá de unos pocos metros...

Seguid leyendo | Fotos en picasa


UNA HISTORIA DE AMISTAD

¿Qué hacer ante un perro callejero?
Yo antes tenía una respuesta clara: buscarle un hogar. Pero a partir de esta historia tengo mis dudas.
Yo vivía en el campo y vivían conmigo dos perras, una de ellas, de padres desconocidos y rescatada de la calle; la otra, de padres y “amos” conocidos, pero rescatada también de una familia numerosa y de una enorme cantidad de pulgas...
Seguid leyendo | Fotos en picasa

Una historia de amistad

… y los perros, los caballos, los delfines… y hasta los grillos si me dejan dormir por la noche. Por eso, porque me gustan los toros, el 28 de julio será día de fiesta en mi calendario particular.

Seguid leyendo

 


El abrazo

El abrazo

¿Qué te ocurre?, ¿por qué esas lágrimas? – dijo el hombre que sonreía y que ofrecía al amigo sus brazos libres.

Lloro porque no puedo darte, ni recibir de ti, lo único que desearía en este momento: un estrecho y fraternal abrazo – dijo el hombre que andaba cabizbajo y triste y que tenía sus brazos ocupados con todas sus posesiones...Seguir leyendo


Desde El Centro

¿Desde el centro de dónde?

¿Desde el centro de cuándo?

¿Desde el centro de quién?

Demasiadas preguntas para un solo punto del tiempo o del espacio, pues hoy os escribo desde “El Centro”. ...
Seguir leyendo | Álbum de fotos


Cuando lloran las viñas

Cuando lloran las viñas

Mientras la niña de los hoyuelos buscaba con la mirada en alto el origen de aquellas gotitas brillantes, traslúcidas, una de esas lágrimas cayó sobre mi mejilla. No, no era rocío. El resto del sarmiento estaba seco y sólo por su extremo, o por heridas antiguas, segregaba aquel líquido transparente. Resbaló por mi piel hasta la comisura de mis labios y no resistí la tentación de saborearlo. Aparentemente insípido, dejó, sin embargo, un recuerdo dulce en los resquicios de mi boca y una huella melosa en la superficie de mi piel...Seguir leyendo


Hoy he venido al mundo.

Los que me conocen un poco quizá piensen con una media sonrisa burlona dibujándose en su cara: ‒ ¡Ja!, más quisiera ella quitarse de encima los cuarenta y seis años que ya le hacen guiños desde una esquina cercana de abril.

Los que me conocen mejor saben que no es eso lo que yo más quisiera. Lo que más quisiera es que la niña de los hoyuelos no me abandonara, a pesar de los años que vaya cumpliendo. Y, de momento, parece que lo voy consiguiendo...seguir leyendo


Ganadores Cuentamontes 2009

...Y viene esto a cuento de que el pasado sábado se celebró en mi querido pueblo vecino, Petrer, la II Gala del certamen literario de relatos y cuentos de montaña Cuentamontes, en la que se presentó el libro y se entregaron los premios a los finalistas y el reconocimiento a los galardonados. Los organizadores nos prestaron el micrófono durante unos breves minutos para que pudiéramos dirigirnos al público y cuando me tocó el turno descubrí, con horror, que las palabras pensadas se me habían ido dispersando a lo largo del pasillo...

Seguir leyendo | Álbum en picasa


A la Replana sin un par
...de crampones.

El sol ha aparecido el tiempo justo para tranquilizar nuestros corazones. Para decirnos: “Aquí estoy de nuevo, tal y como ayer me pedisteis”, para que supiéramos que hoy era otro día. Después se ha ocultado, discreto, tras el velo de las nubes para no fundir la nieve y permitirnos un paseo inolvidable por el albo paisaje.
Ya la senda, a estas alturas, se había convertido en una cinta de terciopelo blanca, un pasillo de nieve virgen entre los algodonosos árboles.

Seguir leyendo | Álbum en picasa

Amanecer desde Caprala

  • Escucha……..
  • ¿……….? No oigo nada
  • Pues eso, el silencio.

Queridos amigos.

En esta visita feliz que me habéis brindado he reconocido a algunos de vosotros; también he comprobado que os acompañaban algunas caras nuevas. Caras nuevas que me contemplaban con respeto y manos que acariciaban con cariño los múltiples pliegues de mi ruda piel arrugada. Almas que traían en su mirada el recuerdo de otras formas de vida antiguas.
He visto tristeza en vuestros ojos y la sospecha de una discreta lágrima al descubrir mis vegetales úlceras de anciano.

No os apenéis por mí. ...seguir leyendo

Palabra de anciano


Una mañana de verano

Una mañana de verano

Cuando me he despertado esta mañana, el mundo, alrededor del Hondón, había desaparecido.
Las hileras de viñas que arrancan desde la ventana se perdían en un horizonte cercano y difuso. En un mágico claro entre la niebla aparecía la luna que anteayer fue llena, eso me tranquilizó, siempre que la luna continúe en mi horizonte no tendré nada que temer.
La brisa fresca y húmeda me invitó a salir....seguir leyendo | Fotos en picasa


Para Pepita


Para mi madre, para nuestra madre

¿Hay alguien ahí? Llamo a las puertas del cielo para preguntar por ti, porque dicen que es ahí donde van las almas buenas. Pero no estás, me dicen que has salido. Ni siquiera el cielo infinito es suficientemente grande para contenerte, para retenerte....seguir leyendo


De retiro en Peña Golosa

De retiro en Penyagolosa

El aire huele a una mezcla de humedad de tormenta y resina caliente.
Como no conozco bien el clima de la zona no sé cuando será prudente salir corriendo hacia el refugio.
Tengo la sensación de que la tormenta nos está rodeando, (nos: a mi, a los pinos, a los enebros, a las ardillas, a las chicharras, al espino blanco...). Creo que la primera gota es la señal de la prudencia y debo irme al refugio...seguir leyendo


Hidden Peak 8.068 José A. Antón Un lustro después

Un recuerdo

Las vías de acceso a Alicante estaban impracticables a esa hora. Encontrar un aparcamiento era una quimera.
Eran las 6:45 de un jueves primaveral.
Descubrí medio aparcamiento. El otro medio pertenecía al vado de un taller mecánico cuyo horario laboral se iniciaba a las 9:00. Confié a los hados urbanos mi medio coche mal aparcado y cubrí a la carrera los trescientos metros que me separaban de la estación de trenes.
El tren salía a las 7:00.
Cuando llegué a la estación, mi amigo ya no estaba en la cola de pasajeros que ofrecían su billete para la comprobación rutinaria. Las cintas de seguridad me impedían acceder al andén número 2, junto a la vía en la que estaba situado el tren.
Entonces le vi. Entonces vi a mi amigo,...seguir leyendo


Las heridas de la tierra

Me han pedido que escriba un relato de montaña y yo no tengo habilidad para la ficción y la metáfora.
Yo sólo sé, lo veo desde mi ventana, que al Monte Bateig, a la Sierra del Caballo, como a otros tantos, les ha salido un cáncer de hierros oxidados que está devorando si piedad sus entrañas y amenaza con cambiar para siempre los mapas..
. Seguir leyendo

Las heridas de la tierra

Los árboles de piedra

Me dirigía a Sevilla en viaje de trabajo, cuando el autobús en el que viajaba pasó por delante de las murallas de Córdoba. Hasta ese momento, Córdoba no era una ciudad en la que pensara especialmente, pero a partir de entonces sentí una extraña “necesidad” de conocerla. En aquel momento pensé estas líneas que escribí días después de volver del viaje de trabajo, hace ya… casi diez años, ¡Cómo pasa el tiempo!... Seguir leyendo

Molino de la Unión en Camuñas

Felicitación y agradecimiento

Hoy quiero enviar una felicitación y un agradecimiento.
Voy a empezar con el agradecimiento, lo que ocurre es que no sé bien a quién dirigirlo. Lo más fácil, y lo que me llevaría al acierto seguro, sería elevar mi gratitud al UNO, y no fallaría, pero quedaría ciertamente ambiguo y con escaso reconocimiento a quienes el UNO empleó para que yo me sienta hoy necesitada de alguien concreto que acepte mis “gracias”
....seguir leyendo

 
 
Para Pepita | De retiro en Penyagolosa | Palabra de anciano | Un recuerdo | Felicitación | Córdoba | Las heridas de la tierra |
Una mañana de verano | A la Replana sin un par...de crampones | Cuentamontes 2009 | Hoy he venido al mundo | Alcamoniya | Desde El Centro | El abrazo | Me gustan los toros | Renacimiento | Una historia de amistad | Día gris |
Peñalara y el esparto levantino | Un sencillo paseo | El árbol que quiso encontrarse con su sombra | Milagros de cada día |
La ruta de los arroyos | A la memoria del almendro
Volver | Fotografías de Elda en picasa | Contactar con Elda: arqayla@gmail.com
Textos de Elda Pérez Moneo ©